El Apóstol Santiago el Mayor oraba con sus discípulos en las orillas del Ebro cuando a media noche del 2 de enero del año 40 se le apareció la Virgen María. Con ella trajo la Columna o Pilar para que se construyera una capilla, que se convertiría en el primer templo Mariano de toda la cristiandad. Desde entonces la Santa Columna reposa, según la tradición pilarista, en el mismo lugar en el que fue depositada por la Virgen. Y en todos estos siglos se ha convertido, posiblemente, en la roca más besada del mundo. Tanto que se ha ido desgastando el mármol. Eso sí, queda mucho todavía.
El templo ya aparece documentado desde la época mozárabe, en torno al siglo IX, como Iglesia de Santa María.
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