Al final, mucha literatura y mucha crónica vertida en torno a don Pedro. Superadas las fobias y las filias, la estatua no tiene otro cometido que el recordarle. Una vida densa y envidiable, ocupada de problemas (porque los poderosos siempre los tienen) y adornada de lujos. Como dije hace tiempo, y pido perdón por la autocita, así fue el paso material y perdurable de este personaje difícil y profundamente hispano. Hijo de su tiempo a él podemos imputar cuanto de malo cupo en su vida. La generosidad, la inteligencia y la habilidad política, junto a las obras de arte que patrocinara, vamos a ponerlo como patrimonio hondo y unigénito de su alma para que siga latiendo sin violencias su memoria. La estatua del Infantado es una evidencia de que mereció el recuerdo, y lo tuvo.
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