El Santuario de la Virgen de las Angustias da la bienvenida a los peregrinos y que viajan hacia Santiago igual que se la daba a los segadores gallegos que regresaban a su casa después de la cosecha. Estos celebraban el regreso dejando clavadas sus hoces en la puerta de madera. Lo mismo que los peregrinos buscaban la fortuna en su viaje llevándose una pequeña astilla de la maltratada puerta. La única forma de detener ambas costumbres y prolongar la vida del portón fue forrarlo de metal. Desde el santuario un bello puente da acceso a la calle principal, donde predomina la arquitectura tradicional y algún palacete de distinguido porte.
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