En su tradición, especialmente desde el siglo XVI, el Carmelo ha expresado la cercanía amorosa de María al pueblo a través de la devoción del Escapulario, signo de consagración a Ella. Con la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, los Carmelitas encuentran la imagen de todo lo que desean. Por eso, María siempre ha sido considerada la Patrona de la Orden, de la que también se la conoce como Madre y Decoración que las Carmelitas siempre tuvieron ante sus ojos y corazón como la Virgen Purísima. Al mirarla y vivir en familiaridad espiritual con ella, aprendemos a estar delante de Dios y juntos como hermanos del Señor. María del Carmelo vive entre nosotros como Madre y Hermana, atenta a nuestras necesidades, y junto a nosotros espera y espera, sufre y se regocija. El escapulario del Carmelo como sacramental de la Iglesia, es un símbolo adecuado para expresar nuestra devoción a la Santísima Virgen María, así como la agregación de los fieles a la Familia Carmelita. Recuerda las virtudes de la Virgen, con las que debemos revestirnos y en particular la unión íntima con Dios y el humilde servicio al prójimo en la Iglesia de Dios, en la esperanza de la salvación del alma.
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