La imagen del Cristo crucificado ha sido datada en fechas del comienzos del siglo XIII. Es un cristo de cuatro clavos, y se le ha representado con los ojos cerrados y la frente cubierta de gotas de sangre. Sus brazos también están cubiertos de sangre y le brota de una herida del pecho. Porta una corona y lleva un paño de pureza dorado.
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