Esta fue la “Gran Misión” del padre Salvador Perona, llevada a cabo por él mismo junto con otros misioneros y religiosos.
Como colofón a esa semana, el último día, el “Día del Perdón”, los organizadores pretendían subir a cuestas una cruz de madera hasta la Sierra Helada. Y la aceptación popular fue grande: todos los niños se disfrazaron, los adultos iban en procesión turnándose el madero para llegar arriba y, al final, la Cruz de Benidorm fue instalada en la cima. En un lugar desde el que los heréticos veraneantes no tuviesen más remedio que verla… siempre que levantasen la vista hacia el cielo.
Esta primera cruz fue fruto de las circunstancias y se hizo con dos postes de la luz, de madera. En 1975, un fuerte temporal se la llevó por el aire, con lo que hubo de ser sustituida. Esta vez, el mismo sentido práctico fue adoptado y la cruz se fabricó a partir de traviesas ferroviarias. Con la llegada de la democracia se planteó quitarla de su lugar, pero la reclamación no llegó a prosperar. Finalmente, la Cruz de Benidorm se quedaba allí, para seguir controlándolo todo desde las alturas.
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