El padre de la mano de la amistad se llama José Sanchis Mocho, un valenciano aficionado a la fabricación de juguetes que acostumbraba a regalar manos de plástico a los niños de los campamentos donde participaba.
Pero en el año 1993 decidió hacer algo distinto: emprender el Camino Jacobeo y obsequiar unas cuantas manitos en el trayecto. Mocho se aseguró de regalar sus pequeñas piezas a aquellas personas que durante el camino dejaron una huella en su vida. Esta acción simbólica gustó tanto que los otros peregrinos empezaron a pasar sus piezas de mano en mano.
Como sucede en la mayoría de los casos, Mocho se enamoró del Camino, e hizo de este viaje (junto a sus manos de juguete) una costumbre que continúa hasta el día de hoy.
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