Doña Francisca Enríquez de Rivera, condesa de Chinchón y esposa del virrey del Perú, Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, se apagaba por momentos en aquellas tierras lejanas. Allí había llegado un año antes acompañando a su marido tras ser este designado por el monarca Felipe IV para tomar las riendas del vasto e importante virreinato. Tras aplicársele las sangrías, purgas y demás procedimientos utilizados por los médicos del virrey para que recobrara la salud y tras comprobarse que no surtían ningún efecto, sino más bien todo lo contrario, una criada india la animó a tomar una sustancia disuelta en agua que diferentes pueblos andinos utilizaban desde tiempo atrás para curar dolencias semejantes a las que ahora aquejaban a su señora. El remedio resultó milagroso y, tras frecuentes tomas, a las pocas semanas la virreina estaba plenamente recuperada.
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