Nada más entrar en la basílica nos encontramos con esta piedra que recuerda el rito de la unción del cuerpo sin vida de Jesús. La piedra es venerada fundamentalmente por los peregrinos ortodoxos que se arrodillan ante ella para orar y llorar mostrando su fe ante todos los presentes. Los fieles recogen, incluso, las gotas que rebosan de una fila de lámparas blancas de aceite, aportadas por armenios, coptos, griegos y latinos, para humedecer pañuelos y rosarios en una llamativa estampa que se produce delante de un moderno mosaico situado detrás de la piedra. Este mosaico recrea escenas que representan el recorrido de Jesús, cuando fue bajado de la cruz, su unción con aceites perfumados y su instalación en el sepulcro.
A la derecha de la piedra de unción, unas estrechas escaleras conducen a lo alto de un antiguo montículo rocoso, el Gólgota o el Monte del Calvario, donde se asegura que Jesucristo fue crucificado. Hoy es el sitio más visitado y más ricamente decorado de toda la iglesia. Tras ascender al lugar de la roca donde fue clavada la cruz destaca, a la izquierda, la habitual cola de fieles ortodoxos que esperan en la Capilla del Gólgota o del Calvario para arrodillarse, tocar y besar la santa roca protegida por un cristal. Hay dos grietas visibles en la roca y, según el Evangelio, surgieron tras el terremoto que sucedió tras la muerte de Cristo. A la derecha de esta planta superior hay otra nave más modesta en la que se ofician la X y la XI estación del Vía Crucis, recordando cuando le quitaron los vestidos a Jesús y sus últimos momentos en la cruz. Es la capilla de la Crucifixión, propiedad de los latinos, y está presidida por una imagen de Cristo en la cruz y unas sencillas velas.
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