Muy cerca de la terminal de trenes en Roma, “Termini”, se encuentra esta importante basílica, Santa María de los Ángeles y de los Mártires. No solo importante por lo artístico ya que fue construida por Miguel Ángel, sino que lo es también para la historia de la Iglesia, ya que miles de esclavos cristianos murieron allí, donde antes fue las Termas del emperador Diocleciano, el gran perseguidor de los cristianos.
Su estructura era común a todas las termas, poseía: el frigidarium (zona reservada para baños fríos), el calidarium (sala climatizada para baños calientes y sudoración), tepidarium (sala para baños de agua tibia) y la natatio (piscina), el complejo poseía también algunos gimnasios.
Su estructura era común a todas la termas de la época como dijimos, la diferencia era las grandes dimensiones y su majestuosidad en la riqueza de la construcción. Diocleciano de ese modo quería hacer ver la grandeza de su poderío, poderío que costó la vida a miles de cristianos que él usó como esclavos para ponerla en pie, morían por agotamiento e inanición.
En 1541 un sacerdote llamado Antonio del Duca tuvo una visión: habría visto una “luz más que blanca nieve” (según algunos escritos dicen que era el ángel Uriel) que se elevaba desde las Termas de Diocleciano con siete mártires en el centro (Saturnino, Ciriaco, Largo, Smaragdo, Sisinnio, Trasone y Marcello papa). La visión lo había convencido que se debía construir allí una iglesia dedicada a los mártires y a los ángeles, una idea que no apoyó el papa de la época, Pablo III, pero sí el papa siguiente Pío IV.
La ingeniosa transformación en iglesia se debe a la obra de Miguel Ángel, que tuvo lugar entre 1563 y 1566: el inmenso salón que antiguamente se encontraba el frigidarium, aún mantiene intacto su aspecto antiguo, así como sus proporciones y sus medidas. Por su estilo se podría decir que es la única iglesia de estilo renacentista en Roma.
Por esta razón es muy visitada por los estudiantes de arte e historia, a parte bien se puede decir que la iglesia también es una gran pinacoteca con obras de artes de varios estilos que llegan hasta los actuales.
Otra curiosidad de las tantas que posee la basílica, es la meridiana de sol que atraviesa en parte el suelo de la parte central, llamada línea Clementina. Inaugurado en 1702 por el Papa Clemente XI quien lo hizo dibujar, con los signos del Zodíaco y las variaciones de la Estrella Polar. Esta meridiana no sólo demostraba cuanto era preciso el calendario gregoriano ayudando a establecer los días para la Pascua, sino también como dice el epígrafe ubicado en la basílica, «sirvió para regular los relojes en Roma hasta 1846 cuando el cañón empezó a anunciar el mediodía»
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