El Padre Artemio Vítores, franciscano, palentino, que forma parte de la Custodia de Tierra Santa desde hace 53 años y actualmente es el Guardián del Niño Jesús, esto es, tiene a su cargo la Gruta de la Natividad: el lugar del nacimiento de Jesucristo, en la Basílica de la Natividad de Belén.
El padre Artemio afirma que «Belén es un lugar que toca el corazón». Todos los días conduce una peregrinación hasta la Gruta, 85.000 personas en la última década: «La mejor noticia de la Navidad es que María hace a Jesús, a Dios, nuestro hermano. Lo puedes besar, abrazar y tocar. No hacen falta grandes explicaciones».Pero al llegar el alumbramiento surge un problema que «para los judíos era fundamental»: «Según los judíos, cuando una mujer daba a luz, quedaba contaminada por 40 días. De ahí la fiesta de la Purificación de María. Pero no solo se contaminaba la mujer, si no todos los que estuvieran cerca de ella. Durante ese tiempo, si te contaminabas, no podías entrar a la sinagoga ni al templo».
Por eso la Virgen y San José abandonan la casa y por eso también nadie quiere recibirles: «Solo encuentran sitio con los animales y lo más grande del mundo nace en lo más pobre posible». El padre Artemio se emociona al evocarlo: «Como no tenía una cuna para dejar al Niño, lo deja en un pesebre. Tampoco una silla para sentarse, y María descansa en una piedra. A ese trozo de piedra se le llama la Silla de María». Aunque en sus 53 años en Tierra Santa ha vivido ocho guerras y dos intifadas, afirma que es un lugar seguro para los peregrinos. Para los que son de allí, propone la sonrisa como arma. Con ella y algunos turrones se ha ganado a los guardias musulmanes de la Basílica: «Un día me preguntaron: ‘¿Por qué somos tan amigos tuyos?’ Entonces, les puse las manos en los hombros y les dije: ‘Muy fácil, porque muchas veces os saludo con una sonrisa'».
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