Las gárgolas son esculturas de piedra, de tamaño medio, situadas en el borde de la cubierta de determinados edificios, en particular religiosos, para evacuar el agua de lluvia a modo de canalón con el fin de proteger la estructura de la humedad. Por lo tanto, tienen un papel esencialmente práctico.
Las quimeras, por su parte, son esculturas puramente decorativas aunque suelen representar, como sus primas, animales fantásticos y monstruosos; strygi o cerberi. Si las gárgolas adornan nuestras catedrales desde el siglo XIII y se convierten muy rápidamente en un símbolo del arte gótico, las quimeras son una invención posterior, pues fue Viollet-le-Duc quien tuvo la idea de instalarlas en las alturas de Notre-Dame, durante su restauración en el siglo XIX. Desde entonces han adornado la galería superior que conecta las dos torres de la catedral.
Una gárgola es sencillamente la parte sobresaliente de una tubería que expulsa el agua acumulada en un tejado. No es en absoluto un invento medieval: egipcios, griegos y romanos las usaron en tiempos antiguos, para evitar que la humedad destruyera los tejados.
De hecho, la palabra francesa gargouille es un derivado del verbo gargouiller, que procede directamente del griego gargarizó: hacer gárgaras. Esta es precisamente su función como elemento arquitectónico: la gárgola recoge y expele el agua lejos de los tejados y las paredes del edificio.
Por tanto, técnicamente hablando, las fantásticas tallas de piedra que no funcionan como desagües no son gárgolas, sino grotesques, aunque la imaginación popular los haya identificado, quizás por su monstruosa apariencia.
Otros historiadores señalan que el uso de gárgolas y grotesques en las catedrales tiene una función pedagógica: estas bestias fantásticas reforzaban la noción de que el mal queda fuera de la iglesia, de manera metafórica y literal, y que el mal huye de los lugares sagrados: «sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”. Era una forma de representar lo que está escrito en la Escritura, en tiempos en los que pocos sabían leer y escribir.
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