Parte final del proceso de exterminio ideado por Hitler, los crematorios eran salas anexas a las cámaras de gas en donde los sonderkommandos (prisioneros destinados a estos menesteres) introducían los cadáveres de los prisioneros asesinados para ser reducidos a cenizas.
Todo estaba estudiado; se crearon hornos con una capacidad específica por la que cabían en cada uno de ellos y a la vez una persona de complexión normal o gruesa, una mujer y un niño; según los cálculos la grasa humana fundida y extraída de esta operación ayudaba primero a la combustión de los cuerpos y ahorraba después petróleo o carbón a la Alemania nazi.
La grasa humana sobrante era destinada en parte a la fabricación de jabón y los huesos se trituraban en máquinas especiales que quedaban reducidos a casi polvo.
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