Junto a la entrada principal de la sala de oración de la Mezquita-Catedral, justo a la izquierda, podemos observar un colosal cuadro de San Cristóbal cruzando el río con el niño Jesús al hombro. Probablemente sepan que, debido a su gran tamaño, los cordobeses lo apodaron popularmente como San Cristobalón. Pero lo que quizás se les haya pasado por alto es que, si visitan otras capitales españolas y deciden acudir a su catedral, en la mayoría de ellas encontrarán un gigantesco cuadro de este mismo santo, también ubicado en un lugar privilegiado del templo.
La explicación a este curioso hecho la encontramos en la época tardomedieval. A partir del siglo XIV se hizo muy popular la creencia de que quien veía a San Cristóbal, durante las 24 horas siguientes no moriría, lo que provocó que numerosos obispos aprovecharan la superstición para colocar en sus catedrales una enorme pintura del santo. De esta manera se aseguraban de que un buen puñado de fieles acudiría a diario a su templo con el fin de garantizarse una vida longeva.
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