Hoy en día pocos son los vestigios que quedan de los años de esplendor la comunidad judía de Praga. Tan sólo se conservan seis de sus sinagogas, el Ayuntamiento y el Antiguo Cementerio Judío. El resto, sus murallas, calles y edificios, fueron demolidos entre el siglo XIX y XX para darle el aspecto que tiene en la actualidad, con majestuosos y señoriales edificios.
El barrio judío lleva el nombre de Josefov en honor al emperador José II, quien mejoró las condiciones de la población judía y acabó con las discriminaciones a las que estaban siendo estos sometidos. El barrio se había convertido en un gueto donde la falta de espacio y la insalubridad eran el medio ideal para la propagación de enfermedades y epidemias. Incluso no se quiso ceder nuevas tierras para construir un nuevo cementerio, de manera que para aprovechar el poco espacio del que disponían, se cubrían las lápidas más antiguas y se volvía a enterrar nuevos cuerpos encima.
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