En el año 2002 se iniciaron unas excavaciones bajo el altar, que dieron como resultado el hallazgo, 4 años después, de un sarcófago macizo de 2,55 m de largo por 1,25 m de ancho y 0,97 m de altura, identificado con toda seguridad como el sepulcro del Apóstol.
Tumba de San Pablo, bajo el altar papal
El sepulcro está ahora a la vista a través de una abertura (no te confundas: lo que se ve en el suelo, a través de un cristal, es el ábside de la primera iglesia; el sepulcro se ve a través de la reja).
En el año 2009, dedicado por el papa Benedicto XVI a San Pablo en el bimilenario de su nacimiento, se realizó por primera vez una exploración del interior del sepulcro. En la homilía de la Misa de clausura del Año Paulino (28.VI.2009), el papa Benedicto daba al mundo la noticia del siguiente modo:
En el sarcófago, que no había sido abierto nunca en tantos siglos, se hizo una pequeñísima perforación para introducir una sonda especial, mediante la cual se han encontrado restos de un precioso tejido de lino de color púrpura, bañado en oro, y de un tejido de color azul con filamentos de lino.
Se encontraron también granos de incienso rojo y de sustancias proteicas calcáreas. Además, el análisis de pequeñísimos fragmentos óseos, sometidos al examen del carbono 14 por parte de expertos que desconocían su procedencia, ha dado como resultado que pertenecían a una persona que vivió entre los siglos I y II. Esto parece confirmar la unánime e incontrovertida tradición de que se trata de los restos mortales del apóstol Pablo.
Excavaciones
El 28 de junio de 2007, durante las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, el papa Benedicto XVI anunció que el 2008 estaría dedicado al apóstol san Pablo, sería un «año paulino». Para poder acoger al gran número de peregrinos que llegarían entonces a la basílica, se decidió construir un edificio multifuncional. Al realizar las excavaciones para hacer sus cimientos, salieron a la luz importantes restos arqueológicos de los primeros siglos medievales. En concreto, se encontraron restos de un monasterio femenino, cuya existencia se conocía solo por una lápida de tiempos del papa Gregorio Magno (590–604).
Hoy, el lugar está acondicionado para que pueda ser visitado, y es de gran interés histórico y turístico, gracias a la instalación de paneles explicativos.
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