TUMBA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA EN LA IGLESIA DEL GESU DE ROMA
Para comenzar, debemos tener en cuenta que en 1622, tras la canonización de San Ignacio de Loyola, sus restos descansan en el altar de esta capilla. Eso sí, no fue hasta 1698 cuando ésta fue inaugurada de forma oficial. Llama poderosamente la atención por su diseño pero, sobre todo, por el gran secreto que esconde: la macchina.
Gracias a ésta, el óleo que ocupa la parte central del retablo baja mediante un sistema de poleas, y deja a la vista una estatua en plata de San Ignacio, siendo obra de Pierre Legros aunque fue fundida por Giovanni Federico Ludovici. Como curiosidad, durante la ocupación francesa de Roma en 1798, se optó por fundir la estatua original de San Ignacio para sufragar las reparaciones de guerras reflejadas en el Tratado de Tolentino. Solamente se conservó la casulla. Más tarde, se creó una nueva estatua en el taller de Antonio Canova, siendo inaugurada a mediados de abril de 1804.
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