Se trata de una estructura que cubre el altar y que, por su forma, posición e iconografía, actúa simbólicamente como una ventana abierta al Cielo. Siempre ricamente decorado, tiene también la función de proteger, resaltar y vestir el altar.
El baldaquino, que ronda los 29 metros de altura, fue encargado por el Papa Urbano VIII al arquitecto barroco Gian Lorenzo Bernini en la década de 1620.
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