En el siglo V estos ritos paganos continuaban siendo practicados. Por este motivo, como también en muchas otras ocasiones, la Iglesia los sustituyó con fiestas cristianas. En este caso era necesario ‘sublimar’ estas dos celebraciones, consideradas licenciosas. Y allí tenemos a Valentín, un santo ‘ad hoc’, martirizado justo en esa fecha…
Las leyendas que relacionan a San Valentín con el amor y los enamorados empezaron a difundirse en la Edad Media, sobre todo en Francia e Inglaterra. Una de estas leyendas dice que es la fiesta de los enamorados porque a mediados de febrero los pájaros empiezan a emparejarse.
Pero el aspecto comercial, que explota al romántico, empieza en los primeros años del siglo XIX, cuando una imprenta de Londres produce tarjetas ilustradas para uso de los enamorados, que tuvieron mucho éxito. Después de unos pocas décadas se propusieron tarjetas decoradas con encajes y hasta con bolsitas de esencias perfumadas, vendidas en Londres, Paris y Nueva York. Y así empezó el ‘business’ que todos conocemos.
La celebración de este santo fue suprimida del calendario litúrgico en 1969 por el Concilio Vaticano II, aunque la tradición ya había entrado en la sociedad de consumo. Aun hoy San Valentín vuelve puntualmente cada 14 de febrero, día en el que los enamorados se acuerdan de que no basta con querer, sino que también hay que decirlo. Y, en aras de la verdad, y a pesar del aspecto consumista, creo que siempre es bueno que se hable de amor.
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