Según la tradición, la sangre de San Jenaro, inmediatamente después de su martirio (siglo IV), fue recogida en dos ampollas, una más grande y otra más pequeña, que se convertirán en el atributo del santo. Pero estas reliquias, junto con su cabeza, no fueron expuestas a la veneración popular antes del siglo XIV, en 1305, por iniciativa de Carlos II de Anjou. Y la sangre se licuó por vez primera en 1389, o por lo menos la primera vez en que este hecho fue documentado, durante una procesión organizada para prevenir una grave carestía. Pero si se quiere atender a la tradición, se habría licuado por vez primera en el siglo V, cuando los restos del santo fueron trasladados desde el Agro Marciano a Nápoles, en las catacumbas debajo de Capodimonte.
El milagro de la licuación de la sangre de San Jenaro se produce tres veces al año: el sábado que precede el primer domingo de mayo y los ocho días siguientes; el 19 de septiembre y toda la octava de celebraciones en honor del santo; y el 16 de diciembre. Y mientras la sangre de las ampollas se licúa, al mismo tiempo en Pozzuoli, las manchas de sangre sobre la piedra donde el santo fue decapitado parecen tomar un color más intenso y rezumarían.
En Madrid se produce un fenómeno parecido al de San Jenaro con la sangre de San Pantaleón, que se licúa todos los años el 26 y 27 de julio. La sangre pasa del estado sólido al líquido la noche del 26 (cuando empieza a licuarse) y el 27 se vuelve completamente líquida, permaneciendo así todo el día, hasta cambia de color que de rojo oscuro pasa a ser más claro y brillante. Y la ampolla no es agitada. El fenómeno acontece simultáneamente en Ravello (Salerno, Italia). En origen este relicario se encontraba en esta localidad, junto con otras reliquias del santo, entre las cuales otra ampolla de sangre, y fue donado en el siglo XVII por el Virrey de Nápoles al conde de Miranda el cual lo donó al Monasterio de la Encarnación cuando su hija entró en este convento.
También en este caso, la Iglesia no ha autorizado ningún análisis del contenido de la ampolla, pero al mismo tiempo no declara oficialmente como milagro este fenómeno.
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