Entre las dos naves menores, en el segundo pilar contando desde la parte contraria a la cabecera de la catedral de Toledo y a la izquierda, según se mira a esta última, se encuentra una piedra, conocida como la Piedra de María o de la Descensión, donde la tradición cuenta que la Virgen puso los pies para imponer la casulla a San Ildefonso de Toledo. En ese punto se dice estuvo el Altar Mayor de la Basílica visigoda y los árabes al convertir la basílica en la Gran Mezquita de Toledo, respetaron la piedra, pues entendían que se trataba de un lugar sagrado, así la Virgen María, como madre de Jesús, también es venerada en el Corán. Pero estos aspectos, aunque interesantes, no son los que nos han llevado a realizar esta ficha. Nosotros queremos indagar en el verdadero origen de la misma, que del mismo modo que la Piedra Negra de la Kaaba, en La Meca, que muchos dicen provenir de un meteorito, fue objeto de veneración con anterioridad a la religión islámica, la Piedra de María o de la Descensión de la catedral de Toledo, se dice fue un ara o piedra sagrada romana o incluso prerromana, que ha seguido, por tanto, siendo objeto de culto. A pesar de este dato tan interesante, es muy poca la información que hemos encontrado sobre su origen, más allá de las palabras que hoy traemos de Julio César Pantoja en una intervención suya en un programa radiofónico.
De ser cierta esta afirmación, podríamos estar no sólo ante lo que fue un lugar de culto cristiano e islámico, sino, muy probablemente, también de culto pagano en época romana y prerromana, además de encontrar, una vez más, un ejemplo del ancestral culto a la piedra.
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