Ningún país europeo es tan famoso por sus magníficos frescos monumentales (pinturas en las paredes aplicadas directamente sobre yeso húmedo) como Italia en el período del Renacimiento. Sin embargo, los museos fuera de Italia contienen pocos ejemplos de frescos. Esta excepción, un fresco de Fra Angelico, un renombrado pintor del siglo XV, proviene del monasterio de San Domenico da Fiesole, donde Fra Angelico, un monje dominico, fue prior. Después del cierre del monasterio en el siglo XIX, este fresco fue retirado y vendido a los pintores florentinos A. Mazzonti y C. Conti, quienes luego lo vendieron al Hermitage. Esta composición simétrica, con la Virgen entronizada y rodeada de santos, se desarrolló en la época medieval y se generalizó en la pintura italiana del siglo XV. A la izquierda de María está Santo Domingo, fundador de la Orden Dominicana, sosteniendo un lirio, el símbolo de la pureza. A la derecha está el gran teólogo Santo Tomás de Aquino, y en las páginas del libro que sostiene podemos leer el texto de los Salmos. A diferencia de los santos, a quienes se les da rasgos y carácter individuales, la imagen de la Virgen está muy idealizada. Es su imagen inspirada la que le da a la pintura su humor de lirismo sublime.
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